sábado, 2 de noviembre de 2013

La Palabra Gurú

Swami Vivekananda

La palabra sánscrita “guru” significa maestro. Según el Diccionario de la Real Academia Española “gurú” -con acento- se refiere a maestro espiritual o maestro religioso en el hinduísmo, como así también a quien se le reconoce autoridad intelectual.

La etimología tradicional de la palabra gurú esta referida a la interacción entre la oscuridad y la luz. El gurú es aquel que disipa la oscuridad de la ignorancia revelando al discípulo su verdadera naturaleza. Es decir, que muestra al discípulo quién es realmente, qué es uno, qué cosa somos, quién es “yo”.

Según el hinduismo, este conocimiento de sí mismo, se transmite de gurú a discípulo. Conocerse a uno mismo significa volverse consciente de quién es uno. Se dice que es una experiencia mucho más concreta y vívida que el conocimiento de un objeto o persona en particular. Es, por decirlo de otro modo, encontrarse frente a frente con el meollo de uno mismo.

Sri Ramakrishna solía decir: “Hay tres clases de maestros religiosos, así como hay tres clases de médicos. Hay médicos que cuando se les llama, miran al paciente, le toman el pulso, prescriben las medicinas necesarias y le piden que las tome. Si éste se rehusa a tomarlas, se van sin preocuparse más del asunto.
Estos médicos pertenecen a la clase inferior. Del mismo modo, hay maestros religiosos que no se preocupan si sus discípulos aprecian o no sus enseñanzas, y si las ponen o no en práctica. Los médicos del segundo tipo no sólo piden al paciente que tome la medicina, sino que lo reconvienen amigablemente en caso de que muestre poca disposición a tomarla.
Igualmente, los maestros religiosos que no dejan piedra por quitar para que la gente marche por la senda de la rectitud, la devoción y la verdad usando toda clase de persuasión, puede decirse que pertenecen a la segunda clase.
La tercera y más alta clase de médicos procede a usar la fuerza con el paciente en caso de que sus recomendaciones no surtan efecto. Llegan al extremo de poner su rodilla sobre el pecho del enfermo para obligarle a tragar la medicina.
De modo similar, hay algunos maestros religiosos que, si es necesario, usan la fuerza con sus discípulos para que éstos marchen por la senda del Señor. Tales maestros pertenecen a la categoría más elevada”.

Un swami de la Orden decía también que hay dos clases de maestros espirituales. Están los maestros que apelan al rol receptivo de la mente. Es decir que dan consejos de forma explícita indicando al discípulo una y otra y otra vez lo que deben hacer para alcanzar la vida espiritual. Luego están los de la categoría más elevada. Ellos apelan al rol reactivo de la mente, induciendo al discípulo con gran habilidad a que él mismo descubra lo que debe hacer para alcanzar la meta.

Por último, según la tradición de la Orden Ramakrishna (y del hinduismo en general) el gurú humano es el canal a través del cual desciende la gracia de Dios, poniendo al discípulo en condiciones de experimentar por sí mismo el más elevado conocimiento espiritual.

La Palabra Swami

Swami Ranganathananda
Para la Orden de Ramakrishna (Ramakrishna Math & Mission) un Swami es un hombre que ha renunciado a llevar vida mundana y que está dedicado a la oración, la meditación y a servir a Dios en el hombre. El Swami no aspira a la vida mundana ni a disfrutar de un cielo después de la muerte, sino a la liberación de todo apego y goce aquí y en el más allá. Aspira a la experiencia directa de Dios que libera al hombre de todo concepto y de la cadena de nacimiento y muerte.

Nosotros los católicos, para comprender mejor este concepto, debemos quizás remitirnos a San Juan de la Cruz y a sus famosos dibujos y esquemas que publicara bajo el título de “Monte de la Perfección” o “Monte Carmelo”. Allí él aclara: “Para venir a gustarlo todo, / no quieras tener gusto en nada. / Para venir a saberlo todo, / no quieras saber algo en nada. / Para venir a poseerlo todo, / no quieras poseer algo en nada. / Para venir a serlo todo,
No quieras ser algo en nada.”  Con esta introducción, fray Juan de la Cruz declara su propuesta. Una propuesta sin compromisos, radical, en la que solo queda lugar para la entrega total.

Es la propuesta del Carmelo Descalzo, reforma que inicia Teresa de Jesús y a la que fray Juan de la Cruz  da su respaldo filosófico, siempre basado en la Sagrada escritura: “El que quiera salvar su vida, la perderá; y el que la perdiere por mí, la encontrará”  “si alguno quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, tome su cruz de cada día y me siga”. 

San Juan de la Cruz ve tanto peligro en la persecución de los bienes de la tierra, el camino del espíritu errado: poseer, gozo, saber, consuelo, descanso. Como en el de los bienes del cielo, el camino del espíritu imperfecto: gloria, gozo, saber, consuelo, descanso. De manera tal que no debería resultarnos ajeno a nuestra tradición ese concepto de “nadeza”, nada, nada, nada y nada.
¿Pero entonces qué es lo que queda por hacer?

Podemos recordar en este punto, las palabras de la “Imitación de Cristo” cuya autoría se suele adjudicar a diversos escritores religiosos, siendo Tomás de Kempis el más nombrado, cuando dice: “Acuérdate frecuentemente de aquel dicho de la Escritura: “Porque no se haría la vista de ver, ni el oído de oír. Procura, pues, desviar tu corazón de lo visible y traspasarlo a lo invisible” o también “Vanidad de vanidades, y todo es vanidad, sino amar y servir solamente a Dios”.

Si es que hubiera (habría que analizarlo muy a fondo) alguna diferencia significativa entre las propuestas de San Juan de la Cruz o de Tomás de Kempis y la de los Swamis de la Orden Ramakrishna podríamos decir que es que éstos últimos hacen un fuerte hincapié en la necesidad de amar y servir a Dios en la forma de ser humano, en amar a Dios en el hombre como camino de ascetismo conducente al más elevado conocimiento espiritual.

Foto: Swami Ranganathananda (1908-2005)  13º Presidente del Ramakrishna Math & Mission.