
Dios tiene muchos nombres y formas. Para mí, Sri Ramakrishna es Dios, Sri Sarada Devi es Dios, la Virgen María es Dios, Jesus es Dios, Kali es Dios, Jahvé es Dios, Buddha es Dios, Durga es Dios, Krishna es Dios, la Pachamama es Dios, Shiva es Dios, Alá es Dios, Rama es Dios y tantas otras formas y nombres que no conozco porque nunca escuché hablar de ellas pero que la gente adora como Dios, también, seguramente, deben ser el mismo, el mismísimo Dios. Son distintos aspectos del mismo Dios, del único Dios que existe.
Lo que pasa es que el principio, el origen, lo eterno, se ve obligado a vestirse de materia para que el mundo pueda comprenderlo. Después viene el desarrollo de la admiración por esa forma. Admiración que se va transformando en amor. Amor que culmina en experiencia. Dios es experimentado. Dios es visto. Dios se revela a Sí mismo en el corazón de su devoto. Pero no todos alcanzan esa plenitud, esa transformación, esa dicha sublime.
Después, el tiempo y su alquimia implacable hacen que se pierda de vista lo real, aquel principio. Se pierde de vista a causa del envoltorio. Un envoltorio que a uno lo puede llenar de una felicidad que jamás se imaginó que pudiera existir. Pero también es un envoltorio que, algunas veces, debido a la falta de un sincero anhelo, solo deslumbra por un rato.
Más adelante empiezan las peleas por ver cuál es la verdadera forma de Dios y se repite la historia de siempre. Solo Cristo salva, solo Krishna salva, solo Mahoma tiene la verdad, solo mi profeta es el verdadero profeta. ¡Creeme, pensá como yo o te dejo que sigas siendo un paria! ¡Creeme, pensá como yo o te dejo que sigas viviendo en la miseria! ¡Creeme, comulgá conmigo o te maldigo y te condeno! ¡Creeme, inclinate ante mi Dios o te mato!
Por último, la gente se va olvidando de las enseñanzas de ese nombre y de esa forma (que no era otro sino Dios vestido de materia) y todo lo bueno va quedando en el pasado. Por esta razón, una sucesión interminable de profetas tiene que venir para mostrarnos el principio, el verdadero origen, la causa real. El principio, Dios, tiene que tomar una nueva envoltura, un nuevo vestido que esté a la moda, que tenga que ver con la época. Para que la gente pueda comprender. En otras palabras, cada vez que la maldad, la crueldad, la injusticia, el escepticismo y la irreligión vuelven a prevalecer, cada vez que la gente se olvida de la verdadera rectitud, del verdadero bien, de la verdadera meta de la vida humana, entonces, Dios se encarna de nuevo. Dios se encarna una y otra y otra y otra vez para restablecer la única religión, para recordar a todos cuál es la religión eterna, la de amar a Dios, la de experimentar la existencia de Dios, la de conocerse a uno mismo. Dios es uno solo pero la gente, en diferentes épocas, en distintos lugares, lo llama de diversas maneras.